Este nuevo edificio, perteneciente a la ONU, será un nuevo elemento dentro del skyline horizontal de la ciudad. Frente a la tipología compacta de las torres, se presenta un edificio laminar, donde se producirá la desmaterialización de la forma, con un volumen tallado como en las acciones de la naturaleza: cristalizaciones, etc.
Una de las ideas del concurso era mantener el ambiente natural del entorno, con el criterio que el jardín prevalezca sobre la urbanización. La ribera del río ha de fluir hacia la ciudad ocupando con sensibilidad sus vacíos, evitando la tenaz voluntad del hombre de domesticar la naturaleza. Se derriban las edificaciones de la zona oeste del solar para recuperar el jardín, con plantación de plátanos y tilos acentuando el carácter de ribera. El edificio se levanta del plano del suelo con la intención de no interrumpir su permeabilidad a la vez de minimizar la huella sobre el jardín. La forma en boomerang, aparentemente caprichosa, responde al efecto combinado de adaptación del volumen al vacío entre las masas de árboles y al máximo aprovechamiento de la orientación Sur. Se proyecta una marquesina ligera, de carácter orgánico como vínculo de unión de todas las edificaciones que forman el conjunto.