Casi 400 proyectos, desde que fundara su estudio en 1976 con Antoni Ubach. Profesor de proyectos desde la misma fecha, Director de la Escuela Superior de Diseño EINA y, desde hace dos años, Presidente del FAD: ¿cómo ha vivido estas diferentes etapas y situaciones?
La vida de un arquitecto suele ir unida a los proyectos que construye. Las etapas, a menudo, las marcan los encargos, su tamaño, la complejidad de los programas, pero sobretodo la transcendencia de las obras. Probablemente podríamos acordar etapas arquitectónicas distintas marcando momentos en los que hemos acabado proyectos de cierta complejidad. El vacio que produce una obra, se llena pronto con nuevos y entusiasmantes retos. Es una carrera sin límites, competitiva, donde la creación y las legítimas convicciones arquitectónicas, orientan y contrapesan el camino.
¿Cómo se continúa el legado de sus predecesores Juli Capella y Beth Galí?, ¿Cómo ha evolucionado el FAD desde entonces? (en estos últimos 10 años)
El FAD está resultando una etapa diferente, complementaria al trabajo en mi estudio de arquitectura. Aprendo cada día temas nuevos, me acerco a la realidad del sector creativo. Veo planteos más intuitivos y descubro la fuerza de los jóvenes profesionales. Conducir el FAD, o al menos, dirigir durante unos años su destino, es una responsabilidad notable. Sus antecedentes, la enorme historia acumulada y el prestigio de la casa marcan muchas de las decisiones que tomamos. Queremos mover el FAD hacia objetivos nuevos y hasta cierto punto diferentes de lo que se ha hecho hasta ahora. Mis predecesores han sido grandes Presidentes. Capella fue un buen organizador y un conocedor de los resortes del diseño y la creatividad. Galí dinamizó las estructuras del FAD y puso en marcha, con valentía, proyectos que pueden llegar a ser decisorios para la Entidad. Yo he heredado, como lo hicieron ellos en su momento, su legado. Pero los nuevos tiempos reclaman nuevos proyectos y en esto estamos.