La subida al Resort no es fácil: una sinuosa y estrecha carretera de ocho kilómetros en plena montaña sirve para que el visitante alcance el pequeño reducto urbanizado a 1.600 metros de altura. Allí se descubre, entre los lagos naturales de aguas termales del Caldarés, un conglomerado de edificaciones que reúne, en un único enclave, algunos de los referentes en los que ha derivado el turismo en los últimos años: el Gran Hotel, de máxima categoría y rehabilitado por Rafael Moneo, un segundo hotel de clase alta que combina arquitectura y naturaleza -el Continental diseñado por el mismo arquitecto-, un teatro y sala de juego en el Casino, y un espacio de relax renovado sobre antiguas instalaciones, basadas en las bondades de las aguas termales. Allí, cerca de las estaciones de esquí de Formigal y Panticosa, hoy se erige un renovado y singular centro denominado, basándose en su origen romano, las Termas de Tiberio. Pronto, a su alrededor, se finalizarán otros proyectos como el del hotel Victoria para deportistas, del portugués Álvaro Siza, los apartamentos Mediodía, o una zona comercial y de ocio. Tras años de abandono, en el año 2000 el grupo Nozar adquirió las instalaciones del conjunto “Balneario de Panticosa” –hoy Panticosa Resort-, entre las que se encuentran el Gran Hotel, el Casino, la iglesia o las Termas, cuyo núcleo de unión es el Ibón de los Baños, un lago de origen glaciar hasta donde descienden las aguas minerales del Caldarés. Entre las paredes verticales que alcanzan una altitud de 3.000 metros, y que rodean este complejo turístico en un circo cerrado, las aguas dan la bienvenida al visitante a sus nuevos restaurantes y hoteles.
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