Tras una rica historia minera, que dio a la pequeña ciudad de Langreo su mayor auge a primeros del siglo XX y a pesar de los duros momentos atravesados durante la Segunda República y posteriormente en la Guerra Civil, la villa supo salir adelante preservando su industria siderúrgica y minera. Actualmente y una vez desestimado el mantenimiento de estas actividades, Langreo se esfuerza en recuperar el patrimonio arqueológico industrial –con el museo minero- y explotarlo turísticamente, o configurarse como núcleo empresarial importante en la zona norte de la península, mediante nuevos desarrollos urbanísticos. Para esta ciudad, además, el paso del río Nalón, que atraviesa la ciudad y junto al que ésta se ha ido configurando urbanísticamente, puede ser un referente para su transformación.
Desde un primer momento se buscó en el proyecto de Langreo una respuesta radical a la tradición arquitectónica de la ciudad: una masa densa configurada mediante edificios residenciales sobrios que han dado residencia a los trabajadores del carbón durante años. Más allá de estas construcciones, el Centro Deportivo presta atención al perímetro verde de la ciudad, dominado en su mayoría por praderas y bosques. Aunque durante la realización de las propuestas no se conocía la ubicación final, el proyecto ganador ya apostaba por dotar de un nuevo espacio verde a la ciudad.