En el caso de la joven bodega Baigorri, en la localidad de Samaniego, la conversación entre empresario –Jesús Baigorri- y arquitecto -Iñaki Aspiazu-, derivó en la creación de un innovador sistema sin máquinas para la producción, tras un diálogo apoyado sobre antiguos tratados que hablaban de la caída de la uva. En este punto, la arquitectura y la elaboración de vinos necesitaban combinar los conocimientos, creando vínculos que darían comienzo a tan singular idea. Durante largo tiempo ambos creadores, cada uno en su propio campo, se cuestionaron los sistemas empleados actualmente en la elaboración de los vinos, con el fin de aliar el proceso con la gravedad y la arquitectura, y evitando la instalación de máquinas de bombeo, tolvas u otros elementos de maquinaria que pudieran dañar la uva en su camino a convertirse en vino. Se estudiaron los sistemas tradicionales con documentación, adaptándolos a los medios actuales.
El muro cortina de vidrio que forma la fachada de la linterna hace parecer que la cubierta se suspenda en el aire. Al exterior, la parte que sobresale del terreno además de la linterna está revestida de madera, haciendo que exterior, el color del paisaje, e interior, las barricas, se fundan en un solo edificio que represente la integración arquitectónica de los dos aspectos. Desde este punto de recepción la dualidad cromática se hace presente, recorriendo de aquí en adelante durante la visita una intencionada bipolaridad. La madera, la tierra y las viñas forman la parte cálida. El vidrio, el acero inoxidable y el cemento, el grupo frío. Juntos ambos lados se combinan aleatoriamente generando el edificio y creando la sensación de movimiento.