Aclarar espacios puede suponer, si se hace de forma indiscriminada, romper con lo que ya existía. Los parámetros y limitaciones impuestos en la ampliación y transformación del Museo Picasso, haciendo uso de cinco palacios que se funden, se prestaba a ello. ¿Cómo se ha resuelto?
La arquitectura cada vez más tiende a reutilizar los antiguos edificios. Europa, la vieja Europa, es el mejor ejemplo de lo que comentamos. Hay que sostener lo que ya tenemos, concepto no muy alejado del término “sostenible”.
En el caso del Museo Picasso, el trabajo arquitectónico debía de hacer buena una anterior decisión política en la que un alcalde, en su momento, decide instalar por razones políticas, casi clandestino, Museo Picasso en la degradada calle Montcada del casco antiguo de Barcelona.
Esto implica que el Museo debe de reunir todo lo que dimensional y técnicamente debe de tener y disfrutar, al mismo tiempo, de las peculiares circunstancias que se derivan del hecho de estar en un lugar tan especial como aquél.
También obliga a “aclarar espacios”, y en consecuencia guardar de lo antiguo lo que consideramos valioso, ordenar, seriar, contraponer lo abstracto a lo figurativo, fundir el interior del Museo con el resto del entorno urbano en un tejido continuo propio de los cascos viejos, con mínimas diferencias entre el exterior y el interior, y por encima de todo cumplir con el encargo, es decir, hacer un buen Museo. No hay arquitectura sin un compromiso claro y rotundo con la verdad, con la arquitectura de verdad. No se puede impostar, yo diría que en nada, ni en pintura, ni literatura, etc., pero mucho menos en arquitectura que está pensada para durar siempre o mucho. Estamos hablando de la actividad cultural más costosa y más alejada de lo efímero. De ahí los terribles efectos que el deseo de cumplir con la moda, en pos del éxito rápido, provoca en la arquitectura actual.
En varias ocasiones ha demostrado una especial satisfacción por el Hotel Plaza. ¿Qué le hace diferente de otros proyectos suyos?
El Hotel Plaza me parece que tiene algo que yo siempre he buscado en mi arquitectura y apreciado en la de los otros. Me refiero a lo intemporal, a lo que parece que está ahí de siempre, pero con un aspecto que no desmiente su pertenencia al presente. Otra cosa favorable para mí es que se nota que está quieto, asentado, inmóvil. También, quizás, atiende bien a un problema de escala, al “aire” libre del vacío urbano, al aire de aquel lugar tan de Barcelona, exposición de 1929, Montjuïc, la Gran Via, plaza de toros Las Arenas, el Paralelo, barrio de Hostafrancs, etc. Por otra parte era la ocasión de materializar con arquitectura propia una cierta idea de ciudad que se había plasmado en la ordenación de la calle Tarragona. Es un lugar especial de la ciudad pero no de belleza académica ni ortodoxa. Ahí domina una cierta ambigüedad, la ciudad aún está abierta, por formar. Esto es bueno. Por último es también el edificio de mayor tamaño en el que he podido aplicar lo del empleo de los mínimos elementos posibles para ensayar, otra vez, el difícil objetivo de cumplir conmoviendo.