Los edificios en altura serían impensables si no fuese por un invento del siglo XIX: el ascensor. En 1852 tuvo lugar la invención del primer ascensor del mundo seguro para personas, ideado por Elisha Graves Otis. En 1854 exhibió su invento más importante, un mecanismo de seguridad automático para detener la caída en caso de que los cables se rompieran, en la Feria del Palacio de Cristal de Nueva York. Ganó la confianza del público al permitir que cortaran intencionalmente el cable del montacargas con él mismo en su interior. Tres años más tarde instaló el primer ascensor de pasajeros en los grandes almacenes E.V. Haughwout, de cinco pisos, en Nueva York, que funcionaba con una máquina de vapor. En 1873 había ya más de dos mil ascensores Otis presentes en edificios de oficinas, hoteles y centros comerciales de Estados Unidos y cinco años más tarde se instaló el primer ascensor de tecnología hidráulica para pasajeros.En 1880 el alemán Werner von Siemens introdujo el motor eléctrico en la construcción de elevadores. En su invento, la cabina, que sostenía el motor debajo, subía por el hueco mediante engranajes de piñones giratorios que accionaban los soportes en los lados del hueco. En 1887 se construyó un ascensor eléctrico, y en los siguientes doce años empezaron a ser de uso general los elevadores eléctricos con engranaje de tornillo sin fin que conectaba el motor con el tambor, excepto en el caso de edificios muy altos. En 1903, Otis introdujo lo que se convertiría en la columna vertebral de esta industria: el ascensor eléctrico a tracción sin engranajes, cuya realización demostró sobrevivir al propio edificio. Esto impulsó enormemente la era de la edificación de gran altura, con edificios tan representativos como el Empire State Building o el Chrysler, ambos en Nueva York. Veinte años después de que Elisha Graves Otis pusiera en marcha, por primera vez, su ascensor de pasajeros en un edificio de 55 metros de altura de Nueva York, en 1857, a España llegaba la primera obra del inventor americano. Vino de la mano de tres ingenieros, los señores Merly, Serra y Sevilla, según consta en el contrato firmado por los técnicos y el propietario de la vivienda situada en la calle Alcalá, 5, de Madrid.
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