Centro de Recursos para el Aprendizaje e Investigación (CRAI), Alcalá de Henares / CDE Arquitectura

La Universidad de Alcalá, fundada por el Cardenal Cisneros en 1499, está considerada como una de las más antiguas de Europa, funcionando ininterrumpidamente hasta 1836, cuando fue trasladada a Madrid. Posteriormente en 1977 se reinicia la actividad académica en Alcalá de Henares, siendo en ese momento en el que se le hace entrega a la Universidad de un importante número de edificios históricos de carácter religioso y militar sin uso, lo que implicó una importante inversión en recursos humanos y materiales, ya que hubo que rehabilitar una gran cantidad de patrimonio arquitectónico en ruina o en muy malas condiciones de mantenimiento.

La última intervención que se ha realizado en este patrimonio ha sido la realización del nuevo Centro de Recursos para el Aprendizaje e Investigación (CRAI), llevado a cabo sobre parte del Cuartel del Príncipe, situado en el centro de la ciudad de Alcalá, en la misma plaza de San Diego donde se sitúa el edificio fundacional de la Universidad, el Colegio de San Ildefonso.
Se trata de la reutilización de un edificio militar que fue construido en 1859 sobre un antiguo solar ocupado por el edificio y las huertas del convento-colegio de Santa María de Jesús en 1453. Posteriormente, con la desamortización de 1837 el convento pasó a manos militares que lo derribaron por completo para la construcción del nuevo cuartel. Así pues, el edificio responde a las tipologías de la arquitectura militar del XIX, bloques edificados de gran escala compuestos por dobles crujías en torno a patios de grandes dimensiones. Ya en 2005 el edificio es abandonado por los militares, siendo cedido a la Universidad.

El proyecto del CRAI ha sido llevado a cabo de mano de la propia Universidad, a través del grupo de intervención en Patrimonio y Arquitectura Sostenible del Departamento de Arquitectura, y de la Oficina Técnica de la Universidad. En su concepción se combinaron distintos intereses como el mantenimiento de las preexistencias y la introducción de un complejo programa funcional dentro de un volumen existente.

Además, había que tener en cuenta que la normativa de patrimonio de Alcalá asignaba al edificio la máxima protección exterior, por lo que era vinculante el mantenimiento de la envolvente y sus características formales y materiales. El edificio presenta a la vía pública una sobria fachada de ladrillo visto, perforada repetidamente con grandes ventanales recercados con piedra caliza, utilizada también en su zócalo perimetral y en las líneas de cornisa e impostas. Interiormente, los alzados son aún más sobrios, con ventanas y puertas adinteladas recortadas sobre paramentos revocados.

Con todo esto, la intervención consistió prácticamente en la reconstrucción de un espacio interior confinado por la envolvente, manteniendo un equilibrio entre las preexistencias, la interpretación conceptual del espacio interior desaparecido y la configuración de un nuevo programa de necesidades, mediante el manejo de materiales y códigos figurativos contemporáneos dentro de una lógica proyectual coherente.

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