El empleo del hormigón por los romanos supuso una revolución tecnológica en la construcción. Permitió la ejecución de magníficas edificaciones tanto desde el punto de vista estructural como espacial (arquitectura abovedada de grandes luces), y fue premisa necesaria para el desarrollo del Imperio por la rapidez de “colonización” que permitió el uso de este material.
Pasada la época romana, ya en el año 1138 en Carcassone, ciudad de la cual aún se pueden ver restos de tecnología medieval, los franceses hicieron dinteles y adornos de puertas con “piedra artificial moldeada”.
Posteriormente el hormigón desapareció de la historia hasta la invención, por Joseph Aspdin, del Cemento Portland
(1824) en Inglaterra.
Hoy en día el hormigón prefabricado está jugando un papel dominante en su vertiente de cerramiento plástico y escultórico. El hormigón arquitectónico moderno ofrece al prescriptor múltiples posibilidades para el diseño de fachadas, a través de una gran variedad de prestaciones técnicas, formatos, colores, texturas superficiales y acabados.