Hermann Cohen, filósofo alemán judío estudió en las universidades de Breslau y Berlín, para ejercer después como docente en Marburgo desde 1876 hasta 1912, donde fundaría la Escuela neokantiana de Marburgo.
El refinamiento del análisis lógico que Cohen realizó del método transcendental kantiano influyó en que fuera recibido con escepticismo y con admiración a un tiempo. Pensaba Cohen que el idealismo ético kantiano y la teología judía eran una misma doctrina pero subrayó que las creencias religiosas personales debían quedar fuera del ámbito reflexivo de la filosofía.
Mi artículo sobre la conferencia de Heidegger: “Construir, habitar, pensar” (Promateriales nº 5) suscitó algunas reacciones positivas entre los lectores de Promateriales, que encontraron simpática la nota humanística en una revista de arquitectura y construcción. En respuesta a esa aceptación presento hoy un texto atractivo desde su mismo título.
Con motivo de una conferencia sobre “El espacio en la poesía de Antonio Machado” —Machado definía la poesía como “palabra en el tiempo”, y eso nos hace olvidar la dimensión espacial en su obra— he tenido que releer “Estética del sentimiento puro” de Hermann Cohen [1912]. Cohen (1842-1918) fue el corifeo del neokantismo y el maestro de la llamada escuela filosófica de Marburgo, en la que estudió Ortega y Gasset durante el curso 1906-1907. Los escritos juveniles del pensador español tienen como trasfondo la filosofía del maestro neokantiano. En 1911, Ortega, yacatedrático de Madrid, volvió a Marburgo a estudiar un año más con Cohen, pero en ese año conoció nuevas corrientes del pensamiento alemán, sobre todo la fenomenología y el pluralismo de la revista Logos, y buscó una síntesis entre su formación neokantiana y las nuevas ideas. Esa síntesis tiene su expresión en Meditaciones del Quijote [1914].