La Caja Liviana (Septiembre 2007 )

Ya desde los años 20, los conceptos de fachada cristalina, muro cortina y “muro neutralizante”, ayudados por los modernos sistemas de climatización, en la medida que envuelven formas y volúmenes puros, transparentan la realidad de las técnicas que tras ellos se encierran, denotan directamente el espíritu de los tiempos modernos y, gracias a la “respiration éxacte”, adquieren el rango de lenguaje universal con los postulados y la arquitectura del Movimiento Moderno.

Este lenguaje se materializa en la creación de estructuras con vanos cada vez más grandes, cubiertas ligeras, y el diseño y prefabricación de unidades de habitación económicas. Se habló entonces de la revolución tecnológica de las artes, que significó el abaratamiento de costos, lo que a su vez despojó a la Arquitectura de toda decoración superflua.

En el período de entreguerras, y como resultado de las experimentaciones de las vanguardias artísticas, tanto la Arquitectura como las Artes Plásticas definieron unos modelos formales e ideológicos radicalmente nuevos. La técnica, como sinónimo de precisión, significará en Arquitectura la “identificación o fusión entre Ciencia y Arte”.

La tecnología en Arquitectura permitiría aproximarse, según Alan Colquhoun, “a la condición de inmaterialidad” gracias a inmensos e ingrávidos paños de vidrio. La Arquitectura, como arte, no precisaba de signos convencionales o arbitrarios -órdenes clásicos, ornamentación o molduras- para emitir su significado: una nueva sociedad, sino que su significado emanaría y sería inmanente a las formas puras que las nuevas técnicas hacían posibles.

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