Los elementos urbanos actuales, que habitualmente pasan desapercibidos a los ojos de sus usuarios al recorrer las calles son, comparadas con las grandes obras arquitectónicas, pequeñas piezas de diseño que se integran, se entienden y reinterpretan la ciudad en una escala más reducida. Desde la más minimalista barandilla hasta los más elaborados espacios infantiles de juego, diseñadores y muchos arquitectos participan de la ciudad más allá de las grandes estructuras, decorando a su antojo los más pequeños rincones, con la colaboración de las empresas fabricantes de este tipo de elementos, cuya estrecha conversación ofrece a las administraciones la oportunidad de actualizar la urbe. Igual que las ciudades se desarrollan, cambian, se adaptan a los usos de las personas y sociedades, el mobiliario urbano ha de continuar esta tendencia y no anclarse en el pasado, lo que rompería el conjunto y la interpretación de la misma.
Es tanta la importancia de los elementos urbanos y su estudiado diseño, que hoy somos capaces de reconocer su pertenencia a una ciudad concreta gracias a la imagen de un elemento, como pasa con las bocas de Metro de Bilbao, de Frank Gehry, las cabinas rojas de Londres, las K6 que hoy están en proceso de desaparición, o las bocas de bombeo de agua de las calles de Nueva York. En realidad, el diseño urbano engloba multitud de tipologías, tantas como elementos se pueden disponer en la urbe para regular el flujo de personas, para su relajación, para la limpieza de la ciudad, para la adaptación de ésta, etc. Sus diseños son tan importantes que muchas producciones de cine las han utilizado para situar al espectador sin necesidad de diálogo o presentación, y han aparecido en millones de campañas de publicidad, siendo capaces con la sola imagen de causar emociones en el público.