El edificio cobija los documentos que la propia Administración autonómica ha generado a lo largo de la historia, incluso desde antes de su nacimiento, siendo preservados del olvido bajo la máscara y piel de un símbolo arquitectónico de modernidad, gracias, entre otros factores, a la decisión de la Junta de no restaurar un edificio antiguo y aportar uno de nueva planta, pudiendo así garantizar la funcionalidad archivística de este. Según aparece en uno de sus muros, el Archivo “no quiere ser guardián de tiempos pretéritos, sino el testimonio de lo que fuimos, somos y queremos ser”.
Para el Concurso Nacional de Anteproyectos celebrado en 1997, el arquitecto sevillano, autor de proyectos de mayor envergadura o complejidad visual, optaba por simplificar la percepción del edificio, a simple vista formado por líneas rectas, que se desarrollan de forma detallada y milimétrica en detalles arquitectónicos complejos y estudiados. El 23 de febrero de 1998, Justo Zambrana, Consejero de Educación y Cultura de la Junta, presentaba en sociedad la maqueta del Archivo como ganador de un concurso donde se habían tenido en cuenta la funcionalidad, estética, precio (con una inversión inicial prevista de 6 millones de euros) y la adecuación del proyecto a la zona donde debía construirse: el barrio de Santa María de Benquerencia, en la capital manchega.