La arquitectura actual se ha desarrollado en el seno del sistema de valores de nuestra sociedad, por tanto adolece de los mismos problemas.
La arquitectura de viviendas pretende conseguir el máximo lucro económico posible, y cualquier cosa que lo impida o lo disminuya es un problema, incluido el respeto medioambiental.
Por otro lado, la arquitectura de obra pública actual se ha convertido en un catalizador para incentivarlas inversiones económicas en una determinada ciudad o país. Dicho de otro modo, un catalizador para dar rienda suelta a la arquitectura de viviendas de iniciativa privada. La arquitectura pública se ha transformado en escultura de grandes dimensiones con la única finalidad de llamar la atención, revitalizar de forma rápida y simplemente formal una zona, y atraer las inversiones privadas: la zanahoria que atrae al burro, nunca mejor dicho. Por tanto, y a pesar de que al mismo tiempo la administración publica no deja de hablar de desarrollo sustentable, la arquitectura que promueve no tiene nada de sustentable, ni lo pretende. Su objetivo es otro.