Proponemos que el acceso público a la nueva biblioteca se haga por el portale mascherone, figura que fue para Zuccari el necesario contraste al encanto paradisíaco de lo que se abría a la vista al traspasar sus puertas. También en nuestro caso desde esa entrada se comprenderá de golpe la constitución general de la biblioteca. Ahora el lugar aparece metamorfoseado en un pozo de luz de perímetro acristalado con un fondo mural ligeramente inclinado en el que resbala y se refleja la luz. En torno a ese elemento central se organizan terrazas escalonadas, en perímetro libre, conteniendo las librerías y las salas de lectura.
Así se obtiene un espacio interior que aun siendo reducido ofrece un gran interés por su progresión vertical, por la luminosidad ambiental, y la riqueza formal de un orden escalonado en corte trapezoidal. Las distintas plantas se organizan según una distribución regular que sitúa las librerías en la zona que da a la Vía Sixtina y las zonas de lectura en la mitad correspondiente a la Vía Gregoriana, abriéndose a las ventanas y terrazas que se asoman al panorama de Roma. En la planta superior se dispone, como actividad segregada e independiente del espacio común central de gran altura, una sala de lectura de silencio que se beneficia además de la terraza superior como lugar de descanso y disfrute de vistas.