La cerámica es un material de construcción con una gran antigüedad. Los materiales cerámicos, del griego “keramos”, son producto del trabajo con base arcillosa que se transforma, poco a poco, en la pieza versátil y funcional con la que contamos en la actualidad.
Debido a la necesidad del hombre de adaptarse al ambiente en que vive y utilizar las cosas que lo rodean, el ladrillo hizo su aparición en la antigüedad en todos aquellos países en los que faltaba la piedra y abundaba la arcilla. Así pues, podemos decir que los productos cerámicos de aplicación en la arquitectura aparecen con las primeras civilizaciones sedentarias, con una evolución que se desarrolla acorde con la funcionalidad y su incorporación, posteriormente, como elemento decorativo.
En la actualidad, se trata de un material que podemos encontrar en todos lados, dentro y fuera del hogar, con fines decorativos o con función específica. La industria cerámica ha conseguido optimizar, de manera notable, el proceso de fabricación, reduciendo al máximo el consumo de energía y agua y, a la vez, minimizando la generación de residuos y emisiones de dióxido de carbono.
Ahora mismo el mercado nos ofrece una enorme variedad de cerámicas para construcción, paredes, pisos, recubrimiento de numerosas superficies…
En su composición, la cerámica que ha llegado a nuestros días, sigue teniendo a la arcilla como materia prima; arcilla y agua, como antaño. Sin embargo, se incorporan a la receta elementos fundentes (óxido de hierro, carbonato de calcio, feldespato y otros), así como quemantes, que permiten una mejor cocción, desengrasantes (arena, ladrillo molido, escoria…) y plastificantes.
Entre las cualidades más destacables de este material, destacan su gran resistencia y durabilidad. Se trata de un material que puede resistir la vida útil de un edificio, permitiendo que se conserven hasta las baldosas originales de la época de su construcción. Otra de las ventajas con las que cuenta es su elevada inercia térmica, lo que permite que actúe de manera muy eficiente como regulador del calor.
En definitiva, con el desarrollo de nuevas tecnología, el material se va haciendo más resistente a las exigencias diarias y climáticas, más duradero en su longevidad y más versátil y maleable a la hora de adecuarse a determinados estilos.
En estos momentos y dado que nos encontramos en un contexto de fabricación plenamente industrializado donde se recurre con mayor frecuencia a los prefabricados y donde la calidad va unida a la funcionalidad y la estética, el éxito de los materiales cerámicos depende de su adaptación a esos requerimientos funcionales y estéticos.