Durante la década de 1930, Madrid vivió el desarrollo de la Ciudad Universitaria como una de las operaciones urbanísticas más importantes de la época, tanto por sus dimensiones como por su significado: suponía un nuevo epicentro cultural y social apartado en un tiempo en el que la política se tambaleaba. La construcción de este enorme campus, diseñado por el arquitecto Modesto López Otero y Bravo (director de la Escuela de Arquitectura de Madrid entre 1923 y 1955) como un extenso conjunto urbano que se distribuía mediante un amplio eje central y varios afluentes, aportaba vastos espacios donde las facultades aparecen entre grandes extensiones verdes. Aquí López Otero impuso un estilo clásico, alejado de las influencias de modernidad que se expandían durante aquellos años por la arquitectura europea de la mano de Le Corbusier o Mies van der Rohe. El arquitecto vallisoletano se decantaba más por la utilización del lenguaje arquitectónico tradicional a imagen y semejanza del Madrid imperial proveniente del siglo anterior. Frente a este estilo, las actuaciones que se han llevado a cabo de forma posterior a la construcción de la Ciudad Universitaria, más encaminadas a encontrarse con el momento arquitectónico al que corresponden, se contraponen inexorablemente a la arquitectura de López Otero.
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