En esta nueva sección de Proarquitectura en la que se pide a diferentes arquitectos las influencias, las fuentes de inspiración, que han determinado su actividad profesional, no puedo dejar de señalar la importancia que para mí trabajo supuso el arquitecto alemán Joseph Paul Kleihues. Kleihues me ha influido mucho, si no exactamente en las cosas que he hecho, si al menos en mi pensamiento sobre la ciudad. Conocí a Joseph Paul Kleihues al invitarlo, tras su planificación para Berlín Oeste de la zona de La Friedrischstrasse, a participar en el Plan Especial de Protección del casco histórico de Santiago de Compostela que desarrollamos con Juan Luis Dalda y Angel Viñas.
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ToggleJoseph Paul Kleihues y la ciudad europea
Kleihues se situaba con claridad y presencia pública en una de las partes del debate que, a lo largo del siglo XX se ha venido planteando entre la “construcción de la ciudad” (Städtebau) o diseño urbano y el “proyecto de la ciudad” (Städteplannung) o planificación. Kleihues, desde su cátedra de Dortmund, planteaba la “reconstrucción crítica de la ciudad europea”. Ello suponía reconocer no solo la tipología arquitectónica, sino especialmente la morfología urbana de la ciudad existente como instrumento generador de su crecimiento o transformación.
Reconstrucción crítica y racionalismo poético
En el marco del nuevo trazado urbano, heredero de los patrones de los trazados históricos, la recuperación crítica de tipologías tradicionales permitía abordar la nueva arquitectura no ya desde planteamientos “postmodernos” (como en mi opinión superficialmente se le ha atribuido) sino desde la superación (con lo que él llamaba el “racionalismo poético”) de un Movimiento Moderno distanciado de la Historia.
Para mí Kleihues fue un maestro, un maestro a la antigua. Fue Kleihues quien me apoyo para sucederle en su cátedra de proyecto urbano en Dortmund cuando a él lo nombraron catedrático en la Academia de Artes de Düsseldorf. Aquél fue un corto tiempo muy grato para mí y al que tuve que renunciar por no poderlo compatibilizarlo con mis obligaciones españolas. Mantuve con él una profunda amistad hasta su prematura muerte en 2004.
La influencia del racionalismo poético
Adicionalmente, creo que todos los arquitectos de mi generación y yo con ellos, hemos sido influidos por la lectura de algunos tratados de arquitectura esenciales del siglo XX:
- Siegfried Giedion, “Espacio, Tiempo y Arquitectura”.
- Bruno Zevi, “Saber Ver la Arquitectura”.
- Leonardo Benévolo, “Historia de la Arquitectura”.
- Reyner Banham, “Theory and Design in the First Machine Age”.
- Peter Collins, “Changing Ideals in Modern Architecture (1750-1950)”.
- En mi caso, dedicado en mis primeros años de actividad profesional al urbanismo, han sido especialmente importantes, además, cinco libros:
- “Aprendiendo de Las Vegas: el simbolismo olvidado de la forma arquitectónica” de Denise Scott Brown, Robert Venturi y Steven Izenour.
- “Ciudad Collage” de Fred Koetter y Colin Rowe.
- “La arquitectura de la ciudad” de Aldo Rossi.
- “La imagen de la ciudad” de Kevin Linch.
- “Muerte y vida de las grandes ciudades” de Jane Jacobs.
Como a tantos arquitectos, me ha gustado mucho viajar persiguiendo, de manera quizás obsesionada, las arquitecturas y las atmósferas urbanas de las ciudades que me han interesado.
Referencias y la búsqueda de una arquitectura humilde
Me gustaría creer que se me puede inscribir dentro de una actividad profesional ligada a la opinión de Juhani Pallasmaa, arquitecto y crítico finlandés que señala en su libro “Una arquitectura de la humildad”, tres tendencias que están socavando el valor intelectual de las obras de arquitectura: “la mercantilización visual de los edificios, la contraproducente búsqueda de lo novedoso y la hegemonía de aquellas imágenes que pueden comercializarse.”
No me satisface una interpretación al parecer extendida hoy de lo moderno en arquitectura: Aquella que se acopla a un mundo actual de extremada rapidez en la transmisión global de acontecimientos e imágenes, una arquitectura “fotogénica”, esto es, aquella que permite ser transmitida (con imágenes fotográficas o infográficas) por sus fuertes contrastes de volúmenes, por su dimensión desmesurada, por sus escorzos y voladizos estáticamente incomprensibles, por su contundencia plástica, por su “novedad” formal.
Prefiero aquellas arquitecturas que se sumergen modestamente en ciudades o territorios con carácter que valoran más la escena urbana, su condición de espacio de convivencia y de sociabilidad y que persiguen la calidad de los espacios donde deben vivir, estudiar, trabajar o divertirse los ciudadanos.
Las influencias positivas que he recibido a lo largo de mi actividad profesional, he procurado transmitirlas a los compañeros que han trabajado conmigo, puesto que creo que en nuestra sociedad acelerada (en la que ya nada es sólido como escribe Antonio Muñoz Molina) es imprescindible el trabajo en equipo y no tiene tanto valor la inspiración individual como el trabajo continuado en aquellos aspectos que conforman la buena arquitectura: la correcta coordinación entre los requerimientos estáticos y el desarrollo espacial, la fluida integración del vasto mundo de las instalaciones en la arquitectura, la satisfacción de las demandas funcionales, la responsabilidad económica, la eficiencia energética, el correcto encaje plástico de los edificios en su entorno, el mejor aprovechamiento de los materiales constructivos y, finalmente, la inclusión de los edificios en las mejores tradiciones de construcción consolidadas históricamente.
Y todos estos aspectos de carácter técnico y de condición humanista no pueden abordarse, en acciones de tanta dificultad e importancia para el devenir de las sociedades, más que en equipos muy profesionales y dedicados en los que las inspiraciones individuales nos pillen trabajando.