La inspiración de Gerardo Ayala Hernández

Gerardo Ayala Hernandez
Gerardo Ayala Hernandez

Yo siempre quise estudiar una carrera en el entorno de Bellas Artes, donde lo principal fuera el dibujo y la pintura. Mi hermano me convenció que lo mejor era que estudiara Arquitectura.

En aquella época, el ingreso para cursar la carrera exigía dos cursos previos, selectivo que se estudiaba en la universidad y otro curso que se llamaba iniciación y que se estudiaba en la Escuela de Arquitectura. Todos los alumnos que yo conocía tardábamos cuatro o cinco años en aprobar ese ingreso. Después te quedaban seis años de carrera.

Yo, cuando entré en la Escuela, después de los años de ingreso vi lo que hacían los alumnos de los últimos cursos, y no me gustó nada. Así que deje la carrera para dedicarme a pintar y dibujar en el Círculo de Bellas Artes.

Más tarde, para estar con mis amigos, me matriculé libre y no fui a las clases teóricas más que dos días en todos los años que estuve en la Escuela. Creo que a partir del tercer curso me empezaron a gustar los Proyectos. Estudié en un Colegio Mayor y alguna pensión, que es donde se aprendía mucho más que en la Escuela. Un alumno del Colegio Mayor que estaba en quinto de carrera me regaló un libro de Bruno Zevi que se llamaba “Saber Ver La Arquitectura”. Yo, por supuesto, se lo agradecí, pero no lo leí nunca. Curiosamente, con el Consejo Superior hicimos un viaje a Egipto y un arquitecto argentino, Jorge Grusler, me presentó a Bruno Zevi, estuve con él varias veces y me contó que estaba haciendo el Plan General de Florencia. Me emocionó tratar con un personaje tan histórico y singular.

Aquellos que marcaron a Gerardo Ayala

Centro de Calculo Banco Santander
Centro de Calculo Banco Santander

Otro encuentro que recuerdo, a los pocos años de terminar la carrera, fue poder asistir a unas conferencias y cenas en Barcelona. En aquellas cenas seríamos unas cuarenta personas y tuve la suerte de escuchar a los cuatro arquitectos que habían invitado: James Stirling, Louis Kahn, Kenzo Tange y Frei Otto. Me impresionaron sobre todo Stirling, por su alegría y frescura, y Kahn, por su poética y sabiduría.

En los años de estudiante, yo creo que todos los alumnos estábamos muy influenciados por Alvar Aalto. Y, en mi caso, concretamente, sigo admirando su obra y teniéndolo como un referente que no dejo de consultar; sobre todo, me entusiasma su elegancia y naturalidad. Otra parte de los alumnos trataban de seguir los ejemplos de la obra de Louis Kahn, que no dudo en considerarlo uno de los mejores arquitectos del mundo, pero, en aquella época, me costaba trabajo comprenderlo. Y, por supuesto, Mies van der Rohe, que también tardé años en comprenderlo. En esa misma época conocí un arquitecto extremeño y racionalista, que dejó unas obras dignas de señalar. Él tenía 75 años y yo unos 25. Era Académico de Bellas Artes y le llamaban cuando querían que fuera a un pueblo para ver si su iglesia o cualquier otro edificio convenía destacar, por su valor arquitectónico. Su nombre era D. Francisco Vaca Morales y siempre que yo iba a Badajoz de vacaciones, me llamaba para que le acompañara en esas visitas. Íbamos en coche oficial y no paraba de hablar todo el camino, señalándome las calzadas romanas o cualquier otra cosa. Tengo un recuerdo imborrable de esos días y las tardes que pasé en su casa, explicándome los viajes y otros temas de su vida. Creo que aprendí mucho del entusiasmo que tenía por la vida y por la arquitectura.

Los primeros encargos y proyectos

Ciudad de la Justicia de Almeria
Ciudad de la Justicia de Almeria

Al terminar la carrera me fui a trabajar a Badajoz, porque era donde me conocían y podría conseguir algún encargo. Más que nada, hacía pequeños proyectos de reformas y rehabilitación de locales. Casi no había Concursos, pero me presenté a algunos teniendo la suerte de ganar un par de Primeros Premios.

Uno de ellos fue la Nueva Sede del Colegio de Arquitectos de Extremadura en Cáceres, Rehabilitación del Palacio de Camarena. En el jurado estaba Alejandro de la Sota y cuando le conocí, quedamos una tarde en una cafetería y me explicó durante cuatro o cinco horas, prácticamente, toda su obra dibujada en una servilleta de papel. Me dieron el Primer Premio y a partir de entonces no dejamos de vernos, durante más de veinticinco años, hasta que falleció. Nos presentamos juntos a un par de Concursos que perdimos. Alejandro de la Sota era la persona más incombustible que he conocido y me decía cuando perdíamos: “No te preocupes, ya aprenderán”. Yo creía lo que me decía y salía de su estudio contento y con ganas de presentarme a otro nuevo Concurso.

Me he dedicado a la pintura y a la arquitectura con la misma ilusión y el mismo entusiasmo. He vivido todos estos años de los Concursos de Arquitectura. Afortunadamente, ganamos algunos cuando en el estudio éramos solo mi mujer, Maria Concepción Calvo, y yo, que hemos sido compañeros, colegas y amigos, toda la vida. Cuando mis hijos, Mateo y Marcos, terminaron la carrera, mi mujer se retiró y hace más de veintitrés años que formamos una empresa entre los tres que llamamos Arquitectos Ayala.

Los dos trabajaron con Sota unos años y creo que les vino muy bien que siendo estudiantes trabajaran con él los últimos años de su vida.

Hablar de las influencias que hemos tenido no creo que tenga mucho sentido, porque pienso que simplemente pertenecemos a ese grupo extraño que podíamos llamar vocacionales y, seguro, que todos hemos tenido influencias muy parecidas.

La inspiración llega con los recuerdos

Teatro Central de Sevilla
Teatro Central de Sevilla

Lo que sí creo, al menos en nuestro caso, es que nos ha influido más un patio de una vieja casa o una escalera con peldaños llenos de musgo, o la lluvia y el sol que nos abrigaron en una tarde llena de ilusiones, que toda una biblioteca de libros de arquitectura. Siempre les dije a mis alumnos que proyectaran con los recuerdos. Una alumna me preguntó: “¿Y si no tienes recuerdos?” La verdad es que no supe qué contestarle, solo le dije: “eso es imposible”.

Pero insisto, que hablar de influencias, en general, es difícil y nunca sería muy cierto. Lo que sí puedo asegurar es que sí me han influido los momentos en que sentí una gran emoción al ver algo que no he olvidado en toda mi vida. Y podría poner algunos ejemplos que recuerdo como si los acabara de ver, sintiendo, de nuevo, la misma emoción. Uno de los momentos fue cuando vi por primera vez la Nueva Galería Nacional de Mies van der Rohe en Berlín. Bajé entusiasmado para ver la exposición que tenían aquellos días, pero no puede verla porque me quedé fijo frente al patio. Estaba lloviendo y la escultura central se mojaba como si estuviera viva. Ese patio es de las primeras imágenes que me vienen a la cabeza cuando estoy haciendo los croquis de cualquier proyecto. Otro de los fuertes recuerdos que tengo, son las escaleras del vestíbulo del Teatro de Sigurd Lewerentz en Malmo. Difícilmente se pueden concebir unas escaleras tan grandes y potentes en un espacio tan pequeño. Podría citar más momentos que me han influido a la hora de proyectar, pero no quiero quedarme sin comentar dos más, y esos son, la Villa Savoya, proyectada por Le Corbusier, y el edificio, a mi juicio, mejor de Venecia, que es sin dudarlo, la Iglesia de Santa Maria della Salute, donde siempre que voy paso mucho tiempo observándolo y haciendo acuarelas. Por supuesto, que viajar es muy importante para ver la arquitectura de cerca. Pero eso supone haber vivido años y no se aprecian los mismos detalles con 20 años que con cuarenta.

Solo me queda decir que los proyectos y las obras que hemos construido desde el año 2000 son mucho más realizados por mis hijos que por mí, y yo creo que mi labor ha sido más de echar carbón a la máquina, para generar entusiasmo, que de conducirla.

Afortunadamente y gracias a ellos puedo seguir trabajando. Creo que hemos tenido los tres un proceso de transfusiones, no de sangre, pero si cerebrales, del que nos sentimos muy satisfechos.

Autor: Gerardo Ayala Hernández, de Arquitectos Ayala
Compartir

Entradas Relacionadas

U-flow de Mediclinics: el producto más innovador del mundo

Finsa impulsa el diseño sostenible en Madrid Design Festival

Mocha Mousse: El color del año 2025 para tu hogar

Escrito por
Últimos Números
Proarquitectura 192 Especial Aislamiento TérmicoProarquitectura 191 Especial CalefacciónProarquitectura 190 Especial Rehabilitación y Reforma