Este año se cumplían 50 años desde la inauguración de uno de los edificios más admirable y rompedor de la arquitectura, el Nagakin Tower Capsule de Tokio. Un aniversario plagado de tristeza pues tras varios años de incertidumbre sobre su futuro a finales de abril comenzó su derribo.
En pleno barrio comercial de Shinbashi, este mecano de hormigón destaca sobre todos los demás. Diseñada por el arquitecto japonés Kisho Kurokawa en 1972 es uno de los ejemplos más destacables de la arquitectura metabolista, pues en el momento de su construcción era el único ejemplo en la capital de este movimiento arquitectónico, donde se fusionaban ideas propias de megaestructuras con otras como crecimiento biológico orgánico. Sin embargo, volvió a ser tema de actualidad en estos últimos años debido a su mal estado y su intento de mantenimiento.
El arquitecto diseñó una estructura fija donde se insertaban módulos prefabricados en forma de cápsulas, cada una de esta cápsula es una habitación de únicamente 10 m2 con un pequeño baño y una ventana circular. La idea principal que tenía el arquitecto es crear un edificio que fuera sostenible a lo largo de los años reemplazando de manera continua, cada 25 años las cápsulas. Sin embargo, éstas se han ido deteriorando y envejeciendo quedando muchos departamentos vacíos, usados como almacén, espacios de oficinas, o incluso llegando a alquilarse por cortos periodos de tiempo a entusiastas de arquitectura.
Con 140 cápsulas prefabricadas, la vida en este edificio tan vanguardista nunca fue fácil. En tan solo 10 m2 y con una única ventana circular, la que le da esa sensación de lavadoras apiladas unas encima de las otras. Una habitación extremadamente pequeña y sin apenas espacio de almacenamiento lo que hacía que, en los últimos años, a lo largo de los pasillos del edificio se encontraran objetos que deberían estar en el interior de las cápsulas, como zapatos.
Tras muchos años, fue reconocido su estado de deterioro estructural y superficial debido a que nunca fue restaurado correctamente. De este modo fueron los propios vecinos de este edificio colmena los que lo declararon como no apto debido a que tampoco cumplía las normas sísmicas vigentes. En ese momento los propietarios decidieron vender la torre a una promotora inmobiliaria que buscaba desmantelar el edificio y luego volver a construirlo. No obstante, con la llegada de la recesión de 2008 el destino del edificio, con un fuerte peso icónico, quedó en el limbo durante largos años.
Los últimos años del Nagakin Tower Capsule
Finalmente, en 2021, el edificio fue adquirido por un grupo de empresas inmobiliarias que operan bajo el nombre de Capsule Tower Building (CTB). Con décadas sin mantenimiento y con muchas cápsulas abandonadas y sin agua caliente desde 2010 por una avería, parece que su final estaba escrito.
Sin embargo, la gente luchó por mantener en pie este icónico edificio, se llevaron a cabo campañas de crowdfunding para adquirir el máximo número de cápsulas posible para detener la demolición y posteriormente, elaborar un plan de rehabilitación conjuntamente con arquitectos y diseñadores.
Llegó a haber, incluso, campañas de crowdfunding para comprar el máximo de cápsulas posibles del edificio y así detener su demolición. La idea era posteriormente trabajar con arquitectos y diseñadores en la elaboración de un plan de rehabilitación. Sin embargo, el coste de reemplazar tan solo una de las cápsulas era de decenas de millones de yenes, lo que hizo constatar que la idea de mantener todo el edificio por completo era algo inviable.
Sin embargo, la organización buscó recaudar fondos para renovar únicamente algunas de las cápsulas y conservarlas individualmente. Un éxito total pues se recaudaron más de 7 millones de yenes, llegándose a publicar un libro de fotografías para celebrar su 50º aniversario. También se exhibió, hace unos años, una de las cápsulas en el Museo de Arte Mori como parte de la exposición que se llevó a cabo sobre el metabolismo japonés, actualmente puede observarse en el Museo de arte moderno de Saitama.
Pero como hemos indicado, el tiempo no ha sido compasivo con esta estructura que ha luchado incansable para evitar que el óxido y el cemento desprendido caigan sobre los transeúntes. Por ello, el pasado mes de abril comenzaron los trabajos de demolición. Una auténtica pérdida de una arquitectura que sin lugar a duda será irreemplazable, tanto con el impacto arquitectónico que tuvo en su momento como por la huella que deja en el imaginario de los habitantes.
En busca de preservar una huella material de este icónico edificio, la propiedad busca preservar el mayor número de cápsulas posibles para su renovación y reutilización, es más según han confirmado fuentes de la organización, muchos museos, entre ellos el Centro Pompidou de París, se han interesado en obtener una de las cápsulas. Sin duda se trata del último intento de mantener vivo uno de los ejemplos de este movimiento tan llamativo que comenzó de la mano del genial Kenzo Tange.