Lejos quedan ya aquellos años en los que la capital de España lideraba el techo de Europa. Y sin embargo, y aunque cueste creerlo, de esto hace apenas medio siglo. La Torre de Madrid, obra de los hermanos Otamendi Machimbarrena -finalizada en 1960- supuso durante muchos años el edificio de hormigón más alto del país, y hasta el término de la torre de telecomunicaciones Torrespaña (1982), la construcción más alta. Asimismo, el edificio más alto de Europa hasta 1967, una década después de la conclusión de su primera fase, momento en que fue superada por la Tour du Midi (Bruselas, Bélgica), con sus 150 metros de altura. Sin duda, un hito arquitectónico que aún hoy, superada cuantitativa y cualitativamente, sigue siendo considerada un enclave emblemático de la ciudad, junto a su predecesor y hermano menor, el Edificio España (también diseñado por los hermanos Otamendi Machimbarrena ).
La impronta de estos hermanos oriundos de San Sebastián supuso un antes y un después, no sólo por la edificación del primer rascacielos en España, sino también por lo trascendental de su actuación urbanística en la capital, redefiniendo profundamente la ciudad y convirtiendo el eje de la Gran Vía en el centro neurálgico de la urbe.